25 de octubre de 2010

Crítica (III): Que se mueran los feos

En ocasiones a uno le entran dudas sobre si lo que tiene delante es una buena película (o entretenida sin más) o si lo que realmente está sucediendo es que uno a medida que pasa el tiempo acaba siendo benévolo en exceso ante lo que le entra por los ojos. ¿Me río por cualquier cosa? ¿Me emanan lágrimas de los ojos por cualquier cursilería o frasecita ñoña? Pues no lo acabo de tener claro del todo, y esto es algo que me he preguntado después de ver dos novedades en lo que a estrenos en formato doméstico se refiere: Que se mueran los feos y The blind side (aunque de ésta segunda ya haré mi particular crítica más adelante). Al final es lo de siempre: hay gustos para todo, y entre los míos estos dos films tienen su rinconcito.

Que se mueran los feos podría describirse como una reinvención de lo que hasta ahora había sido la comedia costumbrista y rural, pero eso sí, con el toque que le puede dar alguien que ha ejercido como director en películas y series como las premiadas Fuera de carta, 7 vidas, o Aída. Vamos, que cuando uno se enfrenta a este film intuye que algo que no va a faltar en él son carcajadas, y está en lo cierto, aunque si nos ponemos a compararla ésta, a juicio personal, sale perdiendo.

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Y cuando digo ésto último en ningún caso es en relación directa al aspecto coral de su reparto. Empezando por unos fenomenales y divertidísimos Javier Cámara y Carmen Machi (menudos carrerones ambos, tocando tanto la comedia más gamberra como el drama más lacrimógeno), y acabando en unos secundarios de lujo, como Hugo Silva, Ingrid Rubio, Tristán Ulloa, Julián López, María Pujalte, Kira Miró... o el del mismísimo Juan Diego. Es quizás en el dibujo de los personajes lo que hace que el film chirríe y no alcance a ser lo que debería y podría haber sido. Son, en este caso, los retratos excesivamente esperpénticos, muy exagerados, y con unas miserias interiores muchísimo más grandes lo que se acaba contando, los que hacen que uno no conecte del todo con los personajes que interpretan. Vamos, una excesiva caricaturez de éstos.

Pero si uno hace caso omiso de lo anterior y se toma el film como una mera sesión de entretenimiento y una invitación a la risa más desenfadada, se lo pasará muy muy bien. Porque todos los personajes, pese a la excentricidad y esperpento antes citado, acaban resultando entrañables y despiertan la simpatía rápidamente, ya sea la peluquera lesbiana interpretada por Ingrid Rubio, el tío en "fase terminal" por Juan Diego, o el personaje del loco/tonto del pueblo de Julián López (divertidísimo, como siempre).

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La historia es la que es, previsible al 100%, y las reflexiones que puede suscitar están más que trilladas (lo de "la belleza está en el interior" nos lo sabemos de memoria), pero un film como éste no se hace para descubrirle las américas al espectador, sino para intentar que, cuando los títulos de crédito irrumpan en pantalla, sea algo más optimista y esté de mejor humor. Y sobretodo, con una agradable sensación: la de haber pasado un buen rato.

Con Que se mueran los feos conseguí divertirme, pero me quedé con una sensación muy parecida a la que me asoló tras ver Pagafantas, otra de las comedias revelación de nuestro cine: la de que podía haber dado mucho más de sí.

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Y dejadme, sólamente, comentar dos momentos del film: el "¡Ay qué rico!", y cuando suena el Eres tú de Mocedades. Ya sabréis el por qué.

Nota: 6

4 comentarios:

Jordicine dijo...

La intenté alquilar este fin de semana, antes de leerte, porque todo el mundo me hablaba muy bien de ella. Ahora ya no tengo tantas ganas. Cuando salgan, no te pierdas 'Pa negre' ni 'Herois', dos pequeñas joyas. Un saludo.

_MeiA_ dijo...

Doncs sincerament tinc ganes de veure-la, no per a res... sinó per la propaganda que en feu tu i el meu cunyat les 24 hores del dia.

Mònica dijo...

Doncs jo crec que aquest cap de setmana la veuré i dilluns et dono la meva opinió

Fins aleshores!!

Xavi dijo...

Muy buena crítica. Los momentos cumbre de la película son, como muy bien dices, el "Eres tu" de Mocedades y el "Ay que rico!" de Julián López, tiempo en el que no pude evitar hacer varios rewinds solo para ver la cara tonto que ponía.
Solo le hubiera faltado un fresquísimo primer plano de los piños en el momento de soltarlo. Lástima