La Historia siempre fue mi asignatura preferida. Siempre. El montón de datos y de páginas a estudiar pasaba a ser una nimiedad frente a la fascinación que sentía al conocer cómo se fueron forjando las civilizaciones, las alianzas, y los lugares que hoy conocemos: el pasado de lo que somos hoy en día. Por desgracia a uno se le van olvidando muchas cosas, y el espacio que antes ocupaban en mi cabeza los Visigodos y los Tártaros, ahora lo ocupa la duodécima edición de Gran Hermano. Pero pese a todo siempre hay cosejas que uno, por más basura que almacene en su cerebro, no se le olvidan.
Una de ellas es toda la etapa de la colonización y, en especial, las historias sobre los asentamientos penales creados por los británicos en lo que hoy se conoce como
Tasmania (antes
Van Diemen's Land), un islote alejado de
Australia. El orígen del nombre se debe a que
Abel Tasman, un explorador holandés, la avistara por primera vez a mediados del siglo XVII y le pusiera el nombre al islote del que fue el patrocinador de su viaje,
Anthony Van Diemen. De ahí su nombre, la cual lo cambió más tarde por el de Tasmania para deshacerse de su escabroso pasado (la tierra de Van Diemen, por su dureza climática y aislamiento, era el lugar donde se enviaban los presos más peligrosos).
Una vez metidos en salsa, la película nos cuenta la historia de
Alexander Pearce, un famoso convicto australiano que, junto con otros compañeros, se escapa del brutal asentamiento penal de
Mcquire Harbour, forzando sus condiciones al máximo en un terreno inhóspito y durísimo. La trama pinta muy muy bien, y las críticas por las que ha venido precedida la sitúan en muy buen lugar, pero a mí me dejo una sensación muy fría.
El debutante
Jonathan Auf Der Heide nos sumerge en una historia en la que al inicio la alegría es la actitud desbordante y que, a medida que suceden las escenas (bosque, bosque, y más bosque), ésta pasa a desaparecer dando lugar al
hambre más canina y a los
instintos más básicos e interiores del hombre. Y es que cuando se trata del estómago, todo vale. La hermandad del principio y el compañerismo entre algunos, se torna en
desconfianza y miedo. Y es la supervivencia lo que se antepone a todas las cosas, dando lugar al
canibalismo más feroz. Pero no, no es un film gore sobre canibalismo u otros horrores, sino sobre la condición humana llevada al límite bajo las condiciones más extremas. Como la naturaleza instintiva del ser humano sale a flote cuando las necesidades básicas no están cubiertas.
El problema es que
esta crudeza no traspasa al espectador, puesto que, bajo mi punto de vista, les falta un mínimo de sadismo a ls escenas. La sangre y el gore, usados con cabeza, pueden aportar mucho a una película que, como es en este caso, se queda coja, aunque el simbolismo del hacha como instrumento de poder cuaja a la perfección.Decir también a su favor que los planos no se hacen nada largos y han sido cortados en el momento justo, pero son tantísimos en detalle que, además de no aportar nada, acaban cansando. Y la manera de contar las cosas se me hizo
lenta y tediosa. Resumiendo: demasiado plano intrascendente. Y lo de que la espesura del bosque y la frialdad con la que ha sido retratado sea pasa esconder los horrores que en él suceden... me vale a medias como argumento. Los actores cumplen sin más, pero uno no llega a crear ningún lazo con ninguno de ellos. Da lo mismo que vivan o mueran.
Lo fuerte del tema es que está basada en las memorias de
Alexander Pearce, por lo que puede que todo lo que en la película se ha contado ocurriera de verdad. O puede que todo sea fruto de una mente enferma. Quien sabe...
Nota: 5FICHA DE LA PELÍCULA
Título Original: Van Diemen's Land
Año: 2009
Duración: 101
País: Australia
Género: Drama/Histórica/Biográfica
Director: Jonathan Auf Der Heide
Guión: Jonathan Auf Der Heide, Oscar Redding
Música: Jethro Woodward
Reparto: Oscar Redding, Arthur Angel, Paul Ashcroft, Mark Leonard Winter, Torquil Neilson, Greg Stone, John Francis Howard, Jonathan Auf Der Heide, Jason Glover, Adrian Mulraney, Ben Plazzer